LOS OJOS DE AGUSTIN TOSCO

El gringo solía arrojarse en los verdes pastizales apreciar el cosmos. Una vida láctea, seguramente cargada de recuerdos de su niñez. Jugaba con las estrellas, las conectaba, estrujaba entre sus manos las galaxias, y las hilvanaba, entre Pegasus y constelaciones de modo que el sur siempre brillara más. Tendido a lo largo, se le dibujaba una pequeña mueca de sonrisa de un cosquilleo irrefutable que solo lo ocasiona el viento. Se tenía que cuidar más de lo normal. Lo sabía él, lo sabían sus compañeros. Por aquel entonces, un poderosísimo dolor de cabeza lo tenía a maltraer continuamente. La clandestinidad, sin que él lo supiera terminaría siendo un enemigo letal, la falta de un tratamiento médico correspondiente proporcionaría el final que sus enemigos le querían dar. Los ojos de Agustín, fueron prepotente ante la resistencia del inicio de la Asesina Dictadura de Aramburu, iluminaron la utopía del memorable Cordobazo, y fueron tapado por unos cuantos años en el penal de Rawson. Tantos laureles guardan la vida de Tosco, que todavía busca en su mirada la salida de emergencia, para un laberinto de héroes de bronce condenados al olvido. Con un agudo sentido de compañerismo, siempre fue un referente entre los suyos, que lo veían como aquel que siente bien en lo profundo de su alma, el sabor de la injusticia ajena. Así caminaba Agustín, entre las bases de una organización sindical, que se enfrentaba a la burocracia y la explotación, con su delantal de metalúrgico, unos tamacos negros, y la camisa arremangada por encima de los ante brazos. Fervoroso constructor de una clase política, referenciaba una idea nueva del trabajador, procurando cuidar los derechos de lo colectivo por sobre lo individual, pero entendiendo, que la organización debía incorporarse a una nueva fase. Por ahí se entrecruzaba sus apuntes, una lectura cotidiana rememorando recuperar una conciencia olvidada. Luz y Fuerza. El eterno Horacio Guaraní, consolidó unas estrofas en el cántico popular, que seduce esa mirada y reconfigura una impronta eterna del Gringo; "Trae la primavera en un mundo de canto, trae la libertad y el amor de los pájaros". Recordarlo así, trae consigo una sonrisa de victoria. Entendiendo que el camino, también es la meta. La congoja de los últimos días del Gringo, son el estupor de todos nosotros. Pensar, que ingreso a su última internación con otro nombre, tomar registro de los detalles de su muerte, repudiar el fuego cobarde que hirió a sus compañeros en el velorio, son las lágrimas de un final que lloraron los ojos del gringo. Para la organización #JóvenesSolidarios, la composición de su vida es un canto a la esperanza, la solidaridad, el compañerismo, y a seguir entendiendo que es indispensable en la proyección del país que queremos, la fuerza del trabajador. 




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