"No nos olviden". Le gritaron.
Desde las penumbras la frase llegó nítida a los oídos de Claudio Díaz, uno de los sobrevivientes de aquella noche. Nos pidieron que no olvidemos. Exigieron apenas un pedacito de espacio en nuestra memoria. No pretendían quedar en la historia, buscaban hacer historia. Pero se los llevó el Neoliberalismo en su estado más atroz. La represión de un sistema político por implantar un modelo económico nefasto. Tan cruel el fin, como los medios.
Hoy el contexto es completamente diferente. Lejos de reprimir la participación política, el Estado la alienta, la suscita, formando nuevos espacios de participación. Después de un letargo, la sociedad volvió a creer en la política como herramienta de transformación social y por eso participa, opina, discute, y actúa en consonancia con lo que piensa. Los jóvenes volvimos a ponernos enfrente de la historia; somos el presente, y el presente es de cambios.
Y en este contexto de absoluta democracia, teñida de una creciente efervescencia en la participación de los jóvenes en particular y de la sociedad en general, indigna ver como algunos sectores aún intentan acallar estas voces. Periodistas como funcionarios, jefe de gobiernos porteños utilizan métodos quizá más elegantes que los de aquellos oscuros años, pero con esa misma lógica de reprimir la participación de la juventud. A ellos les informamos que ya es tarde, mal que les pese, ya no podrán hacerlo.
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